sábado, 2 de octubre de 2010

Apariencias

(Avatar, de James Cameron, con Sam Worthington, Zoe Zaldana, Sigourney Weaver, 171 min. 2010)

Imaginemos la situación: entramos a un bar y, después de un breve recorrido, nos acercamos a la barra a pedir un trago. Luego de unos instantes, nos damos cuenta de que ahí nomás, a poca distancia, tenemos a una persona atractiva, muy hermosa, que nos regala una sonrisa cómplice. Enseguida le devolvemos la sonrisa; cuando nos damos cuenta, estamos conversando con ella.
Pero a medida que pasa el tiempo, la belleza que nos atrajo hacia esa determinada persona se empieza a difuminar porque la conversación se torna predecible, poco interesante. Por más linda que sea, no consigue retener nuestra atención, nos aburre,  empezamos a encontrarle defectos. Algo parecido pasa con Avatar.

1. Desde el vamos, el 3d todavía resulta una novedad y un plus para el cine de hoy en día, sobre todo en términos comerciales. A tal punto que muchos venden películas con la promesa de que tiene “7 minutos adicionales en 3d”, o cosas así. Y parece que funciona, porque cada vez más cines y complejos cuentan con salas digitales.
Avatar pertenece a ese grupo de películas, y cuando se estrenó a comienzos de año fue un furor; el que no iba a verla era un loser que no tenía idea de la vida.
Los pósters eran prometedores, la historia era llamativa, el director era reconocido por grandes películas, ¿qué podía salir mal?...
Hay que admitir que a nivel visual la película es un viaje, Cameron introduce al espectador en un mundo mágico, éste se deja llevar por los colores, por las formas y el espacio. Pero la pregunta que surge es si esto es suficiente para hacer de Avatar una buena película. La respuesta es evidente: no, no lo es.
Por más colores, formas, y mundo mágico que aparezca en la pantalla, cuando el guión es flojo y las ideas escasean no hay demasiado que hacer.
Cameron sitúa su historia y universo en un futuro lejano, pero sus personajes parecen salidos del cine clásico de los años 30; no hay ambigüedad, o son lo más bueno y puro, llenos de sentimientos positivos y ganas de salvar al mundo, o son villanos ruines dispuestos a matar a su propia madre para salirse con la suya. Y en una historia como la que se plantea, ambas personalidades tienen un denominador común: aburren. Desde que aparece en escena el Toruk, esa especie de Ikran gigante (así se llaman los dragoncitos en los que vuelan los Na’vi), se sabe que Jake va a ser su jinete, que va a ser el nuevo líder de Pandora, no hay sorpresas, no hay imprevistos. Y si en el camino deben morir personajes que son un estorbo para que Sully se haga con la corona, que así sea; si tiene o no tiene sentido, es lo de menos.
Además es demasiado reiterativa, sobreexplica todo una y otra vez. Se criticó lo mismo de El Origen (Inception, Christopher Nolan, 2010), y en cierto modo es cierto, también es reiterativa, pero por lo menos entretiene sin metáforas pretenciosas. Cameron introduce un mensaje ecológico digno de colegio secundario que deja bastante que desear.
Avatar es como esa persona del bar que nos encantó con su sonrisa y sus atributos físicos, no podemos sacarle los ojos de encima, hasta que empieza la charla (o en el caso de la peli, la historia) y nos sentimos en un deja vu inmenso que no nos da nada nuevo, que nos deja vacíos, esperando algo que nunca va a poder darnos.

2. Está bien, hoy por hoy está de moda hacer remakes o secuelas tardías. Está el caso de Karate Kid, Brigada A, Wall Street 2, se vienen la versión yanqui de Let the Right One In y una secuela de Tron, de Disney. Pero, ¿Qué pasa cuando una película no es un remake de un éxito del pasado, sino uno de muchos de ellos al mismo tiempo? Peor aún, ¿Qué pasa cuando una película de ese tipo se jacta de original y novedosa?
Mientras transcurren las casi 3 horas de la versión de su re-estreno, no se pueden dejar de hacer asociaciones a otras cosas películas o series. Y si, eso pasa con muchas otras películas, es verdad, pero no a tal nivel, y sobre todo, no pasa con películas que se convierten en las más vistas de la historia del cine. O no debería pasar.
¿Personas que tienen que pasar por un entrenamiento de váyase a saber cuantas horas para poder sincronizarse con un cuerpo distinto del propio? Evangelion dice presente, se enoja y se va indignado. ¿Un helicóptero lleva a un grupo de personas a una selva y las deja a su suerte mientras DINOSAURIOS los persiguen y se los quieren comer como si fueran cornalitos? no se por qué, pero tengo la sensación de que eso ya se hizo antes… ¿Un paralítico que llega a un paraíso que le es desconocido en el que puede recuperar la posibilidad de caminar, por lo que termina convencido de que su destino era pertenecer a ese lugar donde finalmente puede ser él mismo y librarse de su pasado? ¿Eso no se vio en una serie que hace poco llegó a su sublime y esperado final?
Como si fuera poco, el protagonista se enamora de una de los Na’vi, que le enseña el valor de la naturaleza, mientras un árbol sabio los aconseja y los va guiando para que se “porten bien”. Ella se iba a casar con un guerrero de su tribu pero al final se tiene que dar por vencido y aceptar el amor entre su supuesta futura esposa que nunca fue y el chico nuevo, que tiene toda la facha y encima es un capo y no se le escapa una. Para el cierre, John Smith (ah no, perdón, es Jake Sully, pasa que por el tema de las iniciales es fácil confundirse…) se queda con su Pocahontas azul de cuerpo estilizado y todos son felices y comen perdices. Disney, te querés matar, te robaron a mano armada.

3. Pero lo más grave no es que Cameron haya “robado” de otras películas o historias para contar la suya. Toda obra tiene huellas de las que las preceden, porque es normal que así sea. Incluso hay cineastas que eligen homenajear obras o autores que los marcaron haciendo menciones, repitiendo líneas de otras películas, o recurriendo a los famosos “guiños”. Por ejemplo, en La isla siniestra (Shutter Island, 2009), Scorsese hace alusión al gran Hitchcock en más de una ocasión; no es casual que Di Caprio recorra una escalera caracol y abunden los planos cenitales, o que no pueda continuar su vida por el recuerdo de su mujer muerta y no pueda dejar de buscarla.
Brian De Palma no se cansa de tomar elementos de películas del mismo director para sus propios trabajos. Puede decirse tranquilamente que Obsesión (Obsession, 1976) es Vértigo (Vertigo, 1958), que Vestida para matar (Dressed To Kill, 1980) es Psicosis (Psycho, 1960), que Raising Caín (1992) tiene elementos de Psicosis y alguno por ahí perdido de La soga (Rope, 1948).
Pero De Palma y Scorsese saben servirse de estos elementos para crear cosas nuevas. De Palma puede “robarle” al maestro, ¡pero qué películas nos regaló! Obsesión puede ser Vértigo, pero a la vez es otra obra completamente distinta, con el sello de su director hasta en el más mínimo detalle. Y lo mismo el resto de las películas de De Palma. Es pura autoconsciencia, es como si se autoproclamara como un reinventor de Hitchcock, y estoy casi segura que si Alfred pudiera, aplaudiría un film como Obsesión de pie. Cameron se sirve de historias anteriores pero no ofrece nada nuevo, no sorprende, y es una lástima.

Así que sí, será hermosa a nivel visual, pero Avatar termina siendo sosa y predecible. Películas como ésta hacen que cada vez se aprecie más el cine 2d, ese cine que supo dar historias de esas que no aburren, que no decaen; ese cine que no necesita vestirse de fiesta y llenarse de maquillaje para ser atractivo y enamorar al espectador. No se dejen engañar por las apariencias, Avatar es más de lo mismo.

Por Baby Jane.

No hay comentarios:

Publicar un comentario